Escucho un dichoso latido, como un tambor con ritmo, cómo suave brisa que se encarna a mi oído.
La tierra en donde estoy posado se levanta lentamente, se expande y se contrae al son de un descanso celestial, me arrulla constantemente.
Mis ojos vislumbran entrecerrados, se pasean en tu rostro cuando abro la mirada a tu corazón y ven cálido volviendo a cerrar, en paz.
Bien es estar en tu pecho al despertar, es la mejor melodía, la casa donde puedo regresar.