Matias 01

¡MIEDO!

¡Tanto tiempo…juntos!

En esta habitación todos se sienten libres:

la silla que se recuesta sola,

los libros sobre sus lomos

-desparramados- van a su albedrio

con los mismos párrafos de siempre;

El descanso que se aburre mucho

en silencio de araña y zumbidos de moscas

con su hostia y su responso.

 

Hoy será otro día, pesado y tedioso,

en esta casa que está deshabitada,

casi vacía,

donde se han afincado la soledad

y el silencio

-par de cernícalos procaces-

que se anotan solos

en la lista de visitantes

y pasan revista a los inquilinos.

 

No entremos, dicen mis zapatos

-y no avanzan-

con todo el deseo de huir

a cualquier lado,

como una ola desesperada

desprendiéndose de su orilla;

¡La verdad, como yo mismo!

No regresemos, dicen mis almohadas

haciéndose más suave en mi mochila

con ganas de salir volando.

¡La verdad, como yo mismo!

 

Entonces, cierro los ojos y me voy.

Solo así puedo hacer lo contrario

y tocar lo que me honra;

Arreglo mis vendajes que se han de erogar

como pan de desayuno

para mi valor de cordero,

en su coraje de porcelana.

 

Adónde vamos -preguntan mis pantalones-

y se aprietan en su correa;

Porque nos vamos –pregunta mi sombrero-

acomodándose en la sien

del sufrimiento.

¡Ay de mí mismo! -dicen mis costillas

en algún costado-

¡Todo es un miedo espantoso a las espinas

de buena voluntad!

¡Tanto que prefieren a su viejo sufrimiento!