De la vida es gran placer
las delicias del amor
que hace las venas arder
con magnífico fervor.
Con su divino fulgor
y de forma iluminada
deja el alma calcinada
con la flama de su ardor.
Con ferviente corazón
brinda paz angelical
y nos ofrece emoción
del gran Edén terrenal.
Con ternura virginal
un cuerpo esbelto y candente
es volcán fosforecente
en erupción celestial.
Lo sedoso de una piel
es pétalo de jazmín
y es estambre de clavel
un rostro de serafín.
Cual hechizo de Merlín
es besar un terso cuello
que le sirven al cabello
de perfecto trampolín.
Es difícil evadir
el fulgor de una mirada
cuyo rayo hace sentir
de pasión fuerte cascada.
Con hermosa llamarada
sensual y provocativa
es la lámpara votiva
con luz de ansiedad preñada.
Llevan los labios la miel
del durazno y de la fresa
y nos ofrecen coctel
de su sonrisa traviesa;
la cual parece fue impresa
por excelentes pinceles
que imitaron de Cibeles
el brillo de su grandeza.
¡Y por eso la mujer
del mundo es fulgente estrella
que nos da con su querer
bello esplendor que destella.
Ella nos graba su huella
con caricia rutilante
que fogosa y desbordante
es del cielo gran centella.
Autor: Aníbal Rodríguez.