Nada hay en el silencio salvo el deseo libre de memorias y recuerdos.
Ni reflejos ausentes o imposibles que se tallan en círculos plateados o escarlatas como sublimes reinos que esperan con paciencia sentados en mi regazo y el peso de la vida que se acaba día a día.
O los sigilos misteriosos que avasallan sentimientos desbordados cual solemnidad que calla y se mantiene imperturbable y paciente ante la macula sagrada que acompaña el ligero olvido o la perspicaz amnesia.
Impostor talante que se atreve al abandono incluso inadvertido a modo de ladrón que calla ante el peligro o el descuido.
Y si apoyo mi espalda entre algodones y cierro cansado mis ojos al reflejo ingresare entre sombras al espacio opulento de la nada o al milagroso puño que se abre ante el pensamiento invisible que se expande, que se sueña, que se araña, que se parte en mil pedazos de crisoles y mantiene en silencio su garganta como el fuego que se apaga.
Nada hay en el silencio…
¡Nada!
- Rafael Blanco -