Es la lluvia de este sábado que desnuda la intemperie
de las horas con sus vacías copas
y las máscaras regadas buscando cada uno
el rostro de su corazón.
¡Duele mucho!
Duele mucho esta lluvia, la vida que ya no lo es
-y podría doler más sin este silencio- ahora
que llega el ocaso en el aire con su memoria
y las copas se levantan para llenarse de algo amargo
y sangriento.
Es la tarde que se aleja con su piedad y con todo eso
que está cerca de uno mismo, es el reloj
que golpea como campanas de despedida
hacia todos los deudos que también se van
con su mundo de plomo en los pies, abandonando
sobre el césped todo lo vivido.
¡Vamos! –Me dicen- y yo me quedo para mirar,
una vez más, con los ojos cerrados el pasado que aun
recorre ambos lados del tiempo que formaron una vida.
Es la lluvia y el sábado juntos como sal en la herida,
ahora que las manos son pájaros que se alejan
dejándome sus nidos de dolor;
Es la lluvia que cae –inmisericorde- sobre esta pradera
de sábados que había sembrado de flores y delfines,
arrasando todo lo vivido.
¡Cómplice de la muerte! ¡Hija de la muerte!
Hace sangrar con sus gotas de agua,
a quien hay que degollar como a un animal sin alma
para pasar la noche.
Es la lluvia y es el sábado….