HabĂa vuelto a Bogotá despuĂ©s de más de 8 años, con la nostalgia a flor de piel y anhelando volver a ver todo lo que habĂa quedado atrás, con la esperanza de volver a sentirme como aquella niña que alguna vez fui, y que mejor forma de hacerlo que volviendo a un lugar cargado de sentimiento, algo totalmente simbĂłlico.
Fuimos a un parque que quedaba cruzando la casa en la que alguna vez vivĂ, donde mi abuelo me columpiaba, recuerdo que el dĂa era soleado a pesar del frĂo, los columpios cubiertos por los árboles y hojas alrededor, cada impulso era como subir al cielo para caer en sus brazos, mi pelo elevarse y caer junto al viento, sentĂa que volaba que tenĂa el control y que al tiempo lo perdĂa y no me molestaba porque sabĂa que Ă©l me cuidaba, que Ă©l me sostendrĂa para volver a emprender aquel “vuelo”.
Y aquella noche que volvĂ a aquel parque del recuerdo todo seguĂa igual, no, mi abuelo ya no estaba, pero de nuevo despuĂ©s de mucho tiempo volvĂa a liberarme en sus brazos, caminĂ© a los columpios y todo se sintiĂł cálido en la ciudad frĂa, aun debajo de los árboles y con las hojas regadas, me sentĂ© y emprendĂ el vuelo. Y me sentĂ en casa, me sentĂ la niña de infancia, sonriendo inconscientemente, volviendo a lo que fui, sintiĂ©ndome llena, feliz y amada como cuando fui con Ă©l, mi gorriĂłn, mi abuelo y mi ser más amado y el más grande caballero.