Te evoco, perfumada entre mis sábanas frías
Pronunciando mi nombre, ese que ha existo sin latido
Que no ha sido escrito, por décadas, ese nombre de sonidos sordos
Entre tinteros de olvido
Miro al lado y te evoco, desnuda la piel sin mis caricias
Desnuda las almas sin un beso
En las noches de conjuros, de hechizos en los rincones
Las luces de estrellas cuál cortejo en la habitación oscura
Iluminando las imágenes, presintiendo las ternezas
Te evoco, en la fragilidad de los deseos indóciles
En la algarabía de la pasión que se descubre
Con la voz que cautiva el alma, pronunciando nuestros nombres
Susurros de fascinación, conmovidos por la espera
Cantos sacros entre liturgias de anhelos excitantes
Te evoco y me evocas, sugiriendo las caricias,
Mi nombre olvidado por el amor, en tu boca
Tu nombre pleno de amor, en la mía
Tascando con riendas frágiles los miedos
Desatando vuelos supremos, de libertad y desenfreno
Susurros en los oídos, en las almohadas
Susurros de entregas y resurrecciones
Hermosa mujer, idolatrada, exánime y revivida, evocada
Resumo un silabario fresco con la humedad de tus besos
Distingo las luces vagas de tu figura en la lejanía
La desnudes que me abriga como niebla húmeda de melancolía
Para saber que te evoco, para sentir que me entrego
Me faltabas tú para encender las luces apagadas
Para liberarme del estado abisal en que dormía
Me faltaba tu huella para encontrar el camino
La amatista pérdida de mis sentidos
Te evoco entre el sentir místico y la tentación humana
Entre el poema erótico y el velo sobre tu cuerpo
Entre la luz que muere y tu sonrisa que nace
Te evoco y muero, te evoco y vivo
Para anhelar tu beso
Para alcanzar tu cuerpo