Me lo advirtieron...
me habían ya mencionado lo peligrosas que son
las expectativas, pero no hice caso.
Fingí no escuchar, todo para seguir pensando en ti,
sin preocupaciones, y mientras el libro en mi mente
se llenaba de escenas maravillosas a tu lado,
olvide que mi corazón acostumbraba a leer bastante.
Así en un abrir y cerrar los ojos comencé a notar
que mis oídos esperaban escucharte la mayoría del día,
mis dedos anhelaban escribirte tras algún un suceso interesante
y que mis escritos tenían dedicatoria implícita.
Ahora mis oídos se rehúsan escuchar otra voz,
mis dedos no quieren agarrar el celular
y mis escritos quedaron perdidos en el buzón
de la idea falsa que maquine
de nosotros.