El perro.
Haciendo espuma del coraje, de la congoja
de perder siempre,
de tragar siempre este sabor a cobre
La mañana me llena los pulmones
con cenizas y frío…
a esa hora cuando la luz es
polvorosa y plateada
cuando se limpian los pecados
de todos los que pisamos el asfalto
cuando la vida aparece ante los ojos
de los bendecidos…
a esa hora, ando siempre drogado
y sin comer desde antier todavía
me gusta lamer la mano del alma caritativa
que me acaricia por piedad
para aliviar mi soledad
y que luego se va
A veces, le doy asco hasta a mi propia camada
Pues sólo yo olvidé que la vida no para
como ellos olvidaron que me aman
yo olvidé también cantar
también contar hasta el diez
y los brazos se me cansan de tratar
y de escribir,
de describir
todos los bocados que ya en la boca
a punta de palazos en el hocico me han quitado.
Vengo bajando del álamo en pleno invierno
por eso ladro sangre y ladro ronco
por eso aparte de mi sombra
se me pegó la rabia en el costado
por mirar el sol aquel último verano
siento que nada siento
y que nadar no puedo
pues me ahogo en misantropía
Más me salva, morder, jadear
jugar a amar
roer y comer muy lento
otra piel que el deseo sigue consumiendo
sucio, obsceno, en la calle.
Triste vals quise bailar un rato más
pero terminé en cambio llorando
hasta vomitar risotadas que
huelen a sal…
entre la inmundicia de la calle sucia
mi alma seguirá sola y así se irá a pernoctar
sedienta y abandonada
como el perro que siempre fui
con el siempre eterno casi invierno
detrás de la mirada…
¿Por qué me dejaste correr sin correa?