Mientras la película se proyectaba
nos besábamos intensamente
cuales novios que aprovechan la penumbra,
y nuestras manos buscaban
nuestros cuerpos,
y era tanto el acercamiento
que se exageraron nuestros movimientos,
delatando nuestro nivel de intensidad,
porque las tres parejas que había en la sala
ya su atención centraban sobre nosotros.
De repente los miramos de reojo,
mientras con movimientos rápidos y discretos,
mi ropa medio desabotonamos,
y tu falda subiste lo necesario,
entonces nos acomodábamos
en una sola butaca
como tratando de simular que
estabas sentada en mí
y que jugueteábamos;
pero nuestras partes desnudas
ya se buscaban,
sentí como si rompiera algo en ti
y ya estabas ahí.
En eso vimos cómo una pareja se retiraba,
y eso nos animó más,
empezamos con leves movimientos
cual herramienta neumática
empieza poco a poco a trabajar.
Vimos como la segunda pareja
descendía por las escaleras,
Pasaron, nos miraron y se fueron sin más.
Mientras ya el aire caliente que había
entre la fruta de tu cuerpo y mis muslos
empezaba a amortiguar.
Te miraba la cara y a momentos contraías
la frente y los ojos medio cerrabas
en un éxtasis inusual,
de repente volteabas y entrelazabas
tus ojos con mi mirada,
mientras suspirabas como dándome a entender
que de esa forma estábamos sintiéndonos bien.
En eso la tercera pareja bajó
rápidamente por las escaleras,
clavando su mirada en nosotros
con gestos de desaprobación,
y eso a nosotros solo nos sirvió para darnos
cuenta
que la sala ya era toda nuestra;
y nuestra intensidad estalló,
porque ahora te suspendiste de frente a mí
y me pedias que te tomara de la cintura
y que mis manos encimadas por las tuyas
se fueran con tus movimientos.
A veces volteabas y veías la película
como si los papeles se hubieran invertido
y nosotros fuéramos los actores,
deleitando a aquellas escenas
que desde un mundo virtual
se convencían que este mundo
era mejor que el de ellos,
y eso nos excitó más
y te asiste de mi cuello
y no pudiste más,
cuando gemiste y dijiste:
Ay, cuánto te quiero,
que como un eco en toda la sala resonó
y el agua de la vida se derramó dentro del ti,
y fue cuando con más violencia te así.
Después nos quedamos así por unos momentos
disfrutando la calma después de la tempestad.
Y en esos momentos la gorra del vigilante
se asomó
por entre el pasillo.
Así nos vio encimados, medio desnudos,
pero a destiempo había llegado,
movió la cabeza como negando,
no podía creer lo que estaba mirando.
En eso ella volteó y juntos lo miramos,
entonces ella me vio, nos miramos
y una sonrisa de complicidad soltamos.
El vigilante se dio la media vuelta y se fue,
como no pudiendo creer
lo que sus ojos acababan de ver.