Que extraños se vuelven los tiempos
el modificarnos através de los meses
las pieles nocturnas que recorremos
cuando tenemos frío,
miedo.
Que extraña es la angustia de los
insensatos reclamos y las despedidas largas
de la soledad siniestra,
de la antigua sonrisa que no va a volver.
Que extraña la sensación de ganchos en los pellejos
los vellos erizos, los rizos que pican la nariz
un Junio que llueve
para recordar un Octubre
para llorar un Diciembre.
Que extraños los escenarios que
ahora son naufragio de tus mares salados
de tu llanto que ya no escucho
porque soy sorda.
Que extraño el intercambio
el guardar mis libros prestados
el perfume de una almohada
de semen, de perfumadas notas
de café.
Y que nos encontremos en el rosal
en el rocío de las mañanas,
en la humedad de tu playa,
en los sueños lúcidos que
exploran tu pequeña habitación rentada.
Ahora te miro
y me vuelvo gris
soy suelo.
Ya no hay primero, quinto, ni sexto,
ni canciones tan malas,
ni gritos, ni garras, ni platos rotos
para culparnos,
y llorar.
Ya no estás,
ya no somos.
Ya no estás.