¿A qué sabe la soledad?
Se siente el sabor en las lágrimas,
como cuando el vinagre
atraviesa la garganta.
Se siente cómo la boca se amarga
como si un puñado de hiel
peleara con los labios
para tocar el paladar.
La boca se va secando lentamente,
la sed nunca se apaga
y se sigue saboreando
el amargor hostil de la soledad.
El amargor traspasa
la frontera de la boca
para seguir avanzando
hasta cruzar el umbral del la boca.
Y no existe miel ni vino
que haga olvidar ese mal sabor.
Solo el sabor de la evasión
puede apaciguarlo para siempre.