Vino, letras, ojos, poetas…
Agarras el enrarecimiento y lo dejas
en el punto medio del “TODO” y el “TAL VEZ”.
Hijastro soy del soneto lisiado, ése que manifestó
su justicia en un orden de imágenes lúcidas
y esplendorosas.
Pobre poeta es ese que no bebió
el vodka negro y no comió de la membrana
triturada a consecuencia de la penosa
y dura tribulación.
Alcohol y letras: ojo por ojo desacertado
en el blanco sobre negro…
Muestro mi constante desequilibrio
con meñiques de témpano y entusiasmo,
con compromisos majaderos…
Me muestro como si yo fuese
imperecedero.