Me dijeron de niño que la vida
es de lucha perenne y despiadada;
que tuviera por siempre preparada
la coraza que aguanta su embestida.
Que jamás al temor le de cabida,
y llevara mi aljaba bien cargada
con la luz del amor enarbolada;
y mi fe, de esperanza revestida.
Es por eso que nunca las murallas
a mis sueños detienen, ni aprisionan;
porque saben burlar sus fuertes vallas
con las fuerzas de honor que no traicionan;
enfrentando animosas las batallas
con arrojos que al yugo desmoronan.
Autor: Aníbal Rodríguez.