Si mi pecho fuera roca
lo pondría ante ti como coraza
para descargar en él
tus penas y alegrías.
Como tempestad barrería
toda la desilusión que nos embarga
y pegaría con la sana calma del espíritu
los jirones destrozados de nuestras almas.
Si tuviese la dicha de ser ola
acariciaría tus cabellos
esos que tú hasta ahora
como dueña has acariciado.
No obstante, queriendo ser goleta
desplegaría mis velas
en una singladura silenciosa
interminable para los dos.
Mas no soy nada
y como siempre tú me olvidas
como el mar que furioso riega la playa
y suavemente se va.