Y del lenguaje aristotélico perteneciente al alma
nos aproximamos a un lenguaje sin habla,
aquel que tierno en su mirada y adyacente
en proximidad, nos acaricia como si de brisa se tratara.
Adiós a este academicismo impuesto por mí
y por todo lo que nos aproximó a la expresión.
Si bien es cierto que decidimos cómo comunicar
y no menos profunda está la magia en la esquematización,
en la sencillez de palabras, así como en las estructuraciones
narrativas históricas que fluyen sin atropellarse.
Y fue así como mi amigo me mostró el arte de la comunicación,
me mostró la llama de mi fuero interno,
y no es que no la hubiera visto antes, pero confiar olvidaba.
Encontrar mi propia voz lo fue todo.
Qué más da cómo pudiera tomarlo. Es pura pasión.
Y ahora me pregunto:
¿Por qué tuviste tanto miedo a la equivocación?
¿Por qué siempre, ante sucesos, era tu error?
¡Ay amada mía si un día pudieras verte como te veo yo,
te aseguro que tu luz te cegaría, y comprenderías tu expresión!
Galilea R