Cantémosle a esta calle
a la curva
que se esconde
tras su último bostezo.
Cantémosle a sus nidos
de amor
donde pernoctan
caricias insondables.
A sus techos de pajas
incoloras
a sus zaguanes de sueños perseguidos.
Cantémosle a la luz
que aún palpita entre sus cosas
y a los niños
que llenan este desierto letal
con la riqueza vegetal de sus entrañas.
Cantémosle al sol
al ruido humano
a este basura que se tragó el atraso
y a la vida
que tiene mucho de caballo vencido.
Cantémosle a la rana
orillada en su penumbra milenaria
y a la sombra del viejo que desviste
la ventana
de sus años.
Cantémosle a la piedra pisoteada
a la mujer herida de muros, arrabales y palabras
al silencio de la cerca,
a la escoba, a la espalda cargada de retazos.
Cantémosle a la puerta
que abrió sus piernas al cansado viajero de la
madrugada
y al sombrerito aquel
olvidado en un instante de alegría.