Ese disturbio casual por la brisa
al reflejo de las nubes, sierra verde,
al rayo de sol y su rama fértil
en la madera que abriga la risa.
En la tierra los codos crepitan
alzando mirada sierva sin más,
con el alma al césped que atará
al pasar de las hojas, su respirar.
Del sol a la lluvia los pinos danzarían
ante el viento, ofrendando sus flores,
al suave tirón de la gravedad;
luego el petricor, un parpadeo trivial,
un suspiro tibio y una voz imbuida.
Tales son, cuando apareces, los días.
Martin Blythe
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