Ya la tarde se va bordando
crisáleos colores en el cielo,
ya se marchitan las rosas
y se llena de nieve el pelo.
En el corazón hace nido la alondra,
se mira la ternura en el espejo,
ya los terrones hacen sombra,
se envuelven las palabras en terciopelo.
El intelecto cansado se sienta
en el borde de la alberca,
revolotean en las ramas
gorriones enamorados.
En las pupilas de los ojos
ya amanece la niebla,
y aquellas manos que acariciaban
sobre el cemento, hoy tiemblan.
Y hacen cola los recuerdos
sobre la ceniza añeja,
de aquellos tiempos pasados
que siempre se recuerdan.
Aquellos rostros demacrados
sobre alfombras de hierba,
en esos campos ya trillados
con las hoces de las penas.
Se van curvando las espaldas
como las aristas de la sierra,
ya no funcionan las bisagras
donde se colgaban las puertas.
Ya todo es cuesta arriba
porque no responden las piernas,
los sonidos se vuelven grises
porque las voces tiemblan.
Un ir y venir de palabras
que luego el viento se lleva,
por los callejones de los recuerdos
hasta parece que truena.
Todo es un vivo retrato
de esta vida pasajera,
donde los lamentos tienen nombre
cuando la tormenta llega.
Esos rostros dormidos
pintados con colores de acuarela,
expuestos en el museo de la vida
donde pasa el tiempo y los contempla.