La fundición de las palabras
-eco de susurro
que destroza los nervios-,
las catedrales rotas
en la cama,
los días que se caen de la mesa,
el desayuno de azufre y miel,
la nostalgia de centeno.
El cuerpo entintado
en la piel de la mañana,
el virus que se escurre
por la piel y el alquitrán.
Las desafinadas notas
de la ausencia de verdad,
el espejo roto,
el puñal de madera
que sirve como almohada,
los diseños de corazón
sin visto bueno.
Todas las metáforas
que se descuelgan
y todas las horas
que se devoran entre sí.
La falta de lógica de mis palabras,
la inevitabilidad de la lluvia,
las lágrmas de sol
para curar las heridas.
¿Será más fácil
fumarse los recuerdos?