Aguas mansas que se llevan los pesares de la vida,
hojas secas caen, y cubren asombrando el asfalto,
el pájaro carpintero hace nido en aquel madroño,
y guardo en el baúl de bronce,
un broche de oro envuelto en mantas de seda,
que hice frente aquel cometa que iluminó mi mente sin sentido.
Ahora espero la noche,
que protesta ante mi pluma,
gris ante los títulos que enmarcan mi libreta.
Las hojas serias corriendo caminos,
mis ojos artificiales de memoria muda.
Y en silencio me quedé
observando mis líneas tristes de expresión,
sentadas en el último vagón de aquel tren oxidado.
Todo en lírico curso de muselina gris.
Harley Ezel y Albert Hernández