A veces no quisiera pensar,
ser sólo un títere del capricho,
que nunca recuerda lo que ha dicho
en su candoroso caminar;
pero la manía celestial
de reflexionar cuanto se dijo,
y desentrañar todo acertijo,
es volver a negar lo inmortal;
y mi larga condena es el dolor,
la carga de un pesado destino,
el lastre del inestable honor;
es por eso que yo desconfío
de los cambios de la reflexión
que boga en vaivén del desvarío...