Tengo mi mente quisquillosa en ese cuerpo divino,
En ese movimiento de caderas tan calmante como el movimiento de las olas,
Tan divino como juntar el aroma de la soledad y la felicidad,
La excitación dominante de tenerlo cerca y lejos al mismo tiempo,
Las palabras, las carisias, los besos,
Todo lo que tengo, todo.
Tengo presente el inicio y el casi final,
La perfección dada al hombre y el pecado transferido a la mujer,
Ese es el error de mis pecados,
Llorar después cometerlos,
Y recordar ese movimiento, que me transfiere el valor suficiente para decirte eres mío.
No tengo nada que decir cuando se trata de dolor,
El Vaivén de mis locuras y el sentido de gustativo de tus labios,
La droga favorita de mi corazón adicto.
El provenir de un accidente más allá de lo inhumano,
Eso eres el respeto no dado.