Mañana de La Virgen, que alegre el corazón,
Tu me decías te quiero con tu flojita voz,
tu cuerpo a mi abrazado,¡ fuera el caparazón¡
felicidad inmensa, inmensidad veloz.
El romero sagrado, alfombra de la noche.
Que lo esparcimos plenos, la plenitud de Dios,
antiguos marineros , yo en cambio veintidós,
se lo juré a mi padre, se barruntaba un coche…
Era el motor bendito del bendito camión.
Allí se concentraba del bien, todo el verdor.
¡recuerdo¡, ¡me esperabas!, preciosa de pasión,
los pasos en las aceras eran sólo un rumor.
Pecadores perennes, cumplíamos con la luna,
era pura inocencia, ¡verdad!, Jesús… nos perdonó.
De años de amor limpio, aquella… era la cuna,
La faz de mi Carmela lo nuestro iluminó.
Yo sigo allí , cansado y vivo… de ilusión,
Vivo como el templado y tan devoto sol.
¡Ay , virgen marinera! , sentí tu bendición,
Y quise a la mía niña sin miras , ni control.
Paco José González.