Tu rostro de aurora, de luz sonriente
y gacelas de agua brillando…
¡Nada más!
No importa los parpados abiertos
bajo el peso de la noche,
el barro en los ojos
y los huesos meciéndose entre malezas
ahogando sus distancias;
¡No importa nada!
Ni los aires cargados de viejas soledades
con sus peces de dolor
ingresando por la ventana
mientras voy hibernando
en el rincón oscuro de la ausencia.
Tus pies desnudos sobre el maizal,
sobre el campo de liebres,
con todo tu cuerpo
borrando todos los caminos,
llenándome de lámparas azules
las heridas que drenan su silencio
como olas muertas;
Tus ojos arrastrando las estrellas,
tus manos como aves calientes
aglomerándose en mi herido pecho.
¡Todo el aire es el amor
que te besa…!
¡Oh mariposa! Abrazada a mi primavera
adormecida.
¡Oh tu risa desnuda, hermosa, cristalina!
Mis ojos que estallan
cuando se atreven a besar tu rostro.
¡Tu rostro de aurora, de luz sonriente…!
¡Nada más!