El nada

ConfesiĆ³n

Confieso, padre, que he pecado.

Sí, he pecado, padre, una y mil veces.

En mi arrogancia he querido ser perfecto,

Sin saber que soy un pedazo de barro,

Mal cocido, sin pintar y quebradizo.

 

He pecado, porque he amado a dioses falsos,

a ideas impropias, creencias externas y copias mal hechas.

Ignorado al único que me puede salvar.

He pecado, porque he amado más al prójimo,

A cualquiera, mucho más que a mí mismo.

 

He pecado, porque he rechazado el regalo,

el único que importa conservar, de quienes me dieron la existencia.

He pecado, padre, porque no he santificado mi templo,

el único de esta tierra que realmente debe ser sagrado.

Padre, he lastimado, atentado contra mi templo.

 

Y me ha dolido, padre, he sentido culpa y dolor por lo que he hecho.

Me arrepiento.

 

He deseado la mujer del prójimo, y he mentido.

Claro que lo hice, padre, las setenta veces siete que dije que no.

He pecado, padre, otra vez contra mí, pero también con el destino.

Una y otra vez no he tenido la valentía de querer a una mujer.

Una y otra vez las he visto derramar lágrimas,

Y he querido, padre, que fueran vertidas por mí, no por ellas.

Aunque, en realidad, jamás he querido que viertan nada,

Solo gotas de paz, rebosantes, vibrantes, felices.

He dudado padre, he tenido miedo, y me he congelado.

He sido cobarde cuando la vida me exigía ser valiente.

He callado cuando el universo en mí pedía gritar.

He tragado, entorpecido, cuando podría dejar salir.

E incluso, padre, aunque menos veces, he hablado por hablar.

 

Padre, he pecado tanto, tanto, y tantas veces,

Que la cara ya no puedo levantar,

Ni mostrar esta sangre ennegrecida,

Ni llorar.

 

He pecado, padre, en serio he pecado.

Por dejar la cabeza fría, he dejado el corazón en ascuas.

He permitido enfriar el amor ajeno, cuando, en realidad,

Ja, ja, ¡JA! En realidad, En mi pecho ese amor quería quemar.

 

He pecado, Padre, porque no le he robado tiempo al tiempo.

He pecado, padre, porque he matado las ganas, y he pospuesto.

He dejado pudrir en vitrinas lo que debía volar al aire libre.

He tomado fotografías sin ver los rostros,

He vivido momentos sin saber que estaba allí.

 

He pecado, padre, por no ser como Lazaro.

Por temer caer, me quito mi cruz,

Pero en el aire y yo mismo, me crucifico.

He pecado, padre, pues no me levanto como Cristo.

 

He pecado, contra mí, contra la vida,

Porque he querido vivir sin “pecar”,

Sabiendo que la vida es un solo pecado, uno muy grande.

He pecado, padre, porque he lastimado quien me ha querido,

He amado a quien solo jugaba.

He pecado, más que todo, contra mí mismo.

Sí, he querido masticarme y escupir el corazón,

No dejar lágrimas pasar, cortar el nudo en la garganta.

 

Padre, padre, perdóname padre, he pecado.

El más grade pecado es no poder aceptar este perdón.

No el suyo padre, usted no me importa.

El mío, dese cuenta. Me desprecio, padre, me odio.

Y ese es mi pecado original.

Padre, Padre, perdóneme usted, porque yo no puedo.

 

Gracias, padre,

Confesarme es el primer paso en mi absolución.

Me perdona usted, mi cuerpo, la tierra y el destino.

Ahora, padre, solo debo perdonarme yo.

Gracias vida, porque así solo viva hoy aun me puedo perdonar.