Que nuestro paraíso no es el mismo
te quedaste enredado en las ramas de los árboles de tu ignorancia
con el costado sangrando
intentando robar ese fruto prohibido
mientras clavas tu dorso entre mis piernas
y dejas que me desangre
convicta sin más delito
que esa puta manzana que mordí
no la dejé para el postre