¿Para qué sirve la tragedia o los versos?
preguntaba un hombre dúctil
¿Y de que sirve un ocaso en la orilla,
un café frente a las nevadas,
la sonrisa en el columpio,
el beso de una madre,
si no es para aminorar nuestro abismo?
La sencillez de la taza
moldeada
tras horas y horas
lleva en sí un elixir
que devuelve el calor al alma.
Un enclenque febo
se asoma entre los rascacielos
No obstante los tamaños o las siluetas,
el resplandor enérgico no ceja.
El mismo astro que vieron
los romanos y sus templos
que guió a los vikingos
que esperanzó a Colon o a los peregrinos,
Es la misma esfera
que acompaña un café
alentándonos a vivir.