Aunque te lleve en el peso de la espalda, en la lágrima fugitiva, en la angustia del domingo, dejaré morir estás ganas de verte en la camilla de la desidia.
No te buscaré más en el sonido de las motos, ni en un Sol de Invierno, ni siquiera en el fondo del vaso.
No te encontraré en mis tristes sueños, ni tampoco en los más felices.
Inhalo el último Junio de ausencia: queda poco. Sé que tendré el coraje de apagar el látido de tus ojos en mis ojos.
Y entonces ahí, estaremos a mano.