El cabello que adorna tu cabeza
esos ojos que brillan en tu cara,
esa voz de cadencia dulce y clara,
proclaman de tu rostro la belleza.
Ese cuerpo con aire de grandeza
el donaire que diosa te declara,
esa mente que tienes tan preclara,
que no vistió jamás naturaleza.
Un noble corazón que a nadie humilla
en el amor reside tu secreto:
de un alma de Dios plena y sencilla
a la que libremente me someto.
¡Oh, mujer más de cielo que de arcilla!
La musa que da vida a mi soneto.