Baja hasta el fondo
por la canción de la caracola
y tráela con tu silbo
sobre el rumor de la ola.
Baja hasta el fondo y vete
con un rosario de suerte,
para que siempre vuelvas, Sofía,
para quererte.
He imaginado esos silencios
de los templos marinos
con sus misterios y cruzas, Sofía,
con tus destinos.
Tan callada y sola irás, sin aire,
Sofía, sin luz ni dios.
Pregunto si hubo un momento,
Sofía, en que habitamos los dos.
Algún día no vendrás, presiento,
te irás siendo luz de faro;
Sofía, cuando te marches,
llévame en tu desamparo.
Sobre una cama de nácar, Sofía,
cuando te acuestes,
Neptuno te invitará, Sofía,
a que no despiertes.
Pulpos y caballitos de plata
con cítaras de coral,
te librarán de la luna, Sofía,
que alumbra en su pedestal.
No despiertes nunca, Sofía,
a qué quieres despertar,
cuando es un perfecto sueño
el que nos arrulla la mar.
Tu sueño de sal se irá
al encuentro de la marinera
espuma de plata que busca
su compañera.