Padre, el fuego lo resisto,
quemando a diario mi cuerpo,
tengo el pecho descubierto
muy lacerado y herido;
Padre, sigo sin destino,
sobrellevando el tormento
con mi oración para el Cielo,
con el llanto reprimido;
todo lo acepto sin queja,
con la paciencia de Job,
con la prudencia de aquélla;
mas, no me quites su amor,
porque en ella encuentro fuerza:
ella es mi auténtico sol...