La fiebre que te quema hasta los pensamientos,
escalofríos que te hacen temblar hasta la sombra,
espasmos que se agudizan con cada caricia,
convulsiones del alma cada vez que te besan.
Y luego cada síntoma más se intensifica
cuando la mirada del otro enfrenta los ojos.
Parece que tu pulso se acelera furioso
y que el aliento emigra hacia fuera de tu cuerpo.
El corazón ahora es una bomba de tiempo
que estalla con estrépito y nubes de humo.
No sientes hambre más que de caricias y besos
pero cuando te sacias te sientes más hambriento.
Tu memoria se aleja y solo deja un espacio
para la mirada y la presencia de ese ser.
Deliras, alucinas, pierdes todo el sentido.
Y, peor aún, no quieres volver a la conciencia.
Te sientes más vivo mientras estés intenso.
Sientes que morirás cuando tratan de curarte.
Ni la muerte ni el sueño podrán ponerle fin.
Ni la cordura puede ya volver a tu mente.
Ni siquiera la muerte puede ya superarla
pues cada vez que mueres resucitas de golpe.
Las palabras salud y cordura ya no existen.
Solo besos, miradas es lo que pide el cuerpo.