Te esperaba como la que espera una flor;
no llegaste y tu promesa se fue en el aire.
Afligida me he sentido al vivir tu desaire.
He sido crédula con las señales de tu amor.
Quizás, por eso, la vida me ha traído dolor.
Debo confesar que rencor no te he guardado.
Dócil soy con el azar, a éste, lo he respetado.
Suelo pasar la hoja y no pensar en el pasado.
Ando con alegría y valoro lo que me es dado;
no veo para atrás, no suelo perder el honor.
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Mil razones esgrimiste para darme una razón.
Nadie pensaría que tú falsamente me amarías.
No hay justificación para tu inhumana osadía.
Heriste con cobardía mi consagrado corazón.
Hoy regresas con la idea de recibir el perdón.
La verdad es que mi corazón herido aprendió,
no se puede ser benévolo con el que te hirió.
En las cosas del amor hay que prevenir el error.
El que te miente una vez dejó de tener temor.
Rotulado está y el lodo, sobre sí mismo arrojó.
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¡Al perdonar una afrenta se debe ser precavido;
el que te hirió una vez, nunca se da por vencido!