Un anochecer me permitió descansar para verte amanecer, ese día fue más amable, diferente, tuve más ganas de crecer.
Tuve ganas de caminar y de correr, de jugar y cantar, también tuve ganas de correr y no volver jamás...
Más cuando paraba de querer podía ver con calma el amanecer, atando mis zapatos, vistiendo de rojo y sin peinar.
En un diferente lugar mientras crecía a todos le llamábamos hogar.
Hice travesuras, también decidí escribir, decidí tomar mis decisiones y aunque en tus principios no dejabas de atarme aún así aprendiste que deseaba ser más yo, también tenía ganas de hacerlo yo misma.
Aun así el sol amanecía diferente fuera un día nublado o un cumpleaños con un helado pastel, aunque ese día me haya lastimado el píe, cortado un dedo o jugado baraja y ajedrez, aunque ese día fuera día de leer un selecciones, aunque ese día fuera un día de ir muy lejos para llevarme a comer.
A mi siempre me dijiste que si y cuando decias que no para mi también era un sí, un si te quiero pequeña niña por eso e dicho qué no.
El sol después de todo va a seguir apareciendo pero jamás va a volver a salir con la fuerza de cuando amanezco pensando en ti.
Por eso con tus rizos dorados y hoy tus canas más blancas y unos cabellos verdes te aseguro que cuando te recordamos el sol brilla más fuerte...
Tranquilo, aun no brilla tanto como el gusto que tengo siempre de verte.
Feliz día papá.
Dedicado a Ernesto Cabrera el padre fabuloso de su escritora La Dolida!