Mi padre fue mi árbol frondoso;
ese manzano siempre verde
que se ofrendaba generoso.
Mi dulce ejemplo de fe, fortaleza y bondad.
Un maestro Zen en los senderos de mi vida
un faro luminoso que siempre alumbró mi caminar.
En sus manos yo alcanzaba marte,
en su voz, mi escalera se hacía más grande
y en sus sueños mis sueños llegaban hasta el infinito.
Mi padre
fue ejemplo para sus hijos, para sus amigos vecinos y colegas del trabajo,
por su empeño, su coraje, su vida intachable, su lealtad,
y su gran don de ser humano.
Mi padre y su obra
son el máximo legado del cual me siento orgullosa:
formó a todos sus hijos con disciplina y cariño,
en cada paso que dábamos nos alentaba, aconsejaba y corregía;
era un verdadero pastor del hogar,
¡Nos enseñó a decir siempre la verdad!
Hoy su cuerpo blanco ya no existe,
pero sus enseñanzas lo mantienen vivo y vigente.
En mis patios de niña mujer
siempre lo voy a llevar,
su recuerdo no se muere con el tiempo
porque fue una estrella esplendorosa
que nunca de mi corazón se va a apagar.
Autora: Edith Elvira Colqui Rojas-Perú- Derechos reservados