Tu nombre tiene, en su
centro, el acento de mis
ganas, las comas de mis
anhelos y el punto de mi
esperanza: mi perfecto
abecedario.
Me gusta, después de
amarte, contemplarte
fijamente; para escuchar, de
tu cuerpo, cómo agonizan
las ansias que te quedan en
reservas sabiendo que estoy
tan cerca.
Me gusta, sin pregonarlo, ser
la lumbre que te encienda,
estremecer tus cimientos
con carisias verdaderas que
te cocinen el alma y
ahogarme con las pasiones
de tu mar embravecido.
Me gusta, no se por qué, que
me susurre al oído palabras
como de niños al compás del
bamboleo que sostienen
nuestros cuerpos; bañándose
en sentimientos, sudando
gotas de amor que se bebe
nuestro lecho.
PABEDIZ