ZMRS

**~Novela Corta - Eco en el Silencio - Parte I~**

Juan un joven de la hacienda “La Virtud”, es muy rico con sus cosechas y con la vendimia de uvas por un exquisito vino que Juan mismo elabora. Si en la hacienda “La Virtud”, él, Juan se dedicaba en cuerpo y alma a confeccionar el mejor de los vinos para la zona turística donde se halla “La Virtud”. Mientras que el deseo de ser el mejor de los hombres que hacían el vino en la hacienda “La Virtud”, se llenó de la perfección de ser el mejor, pero, Juan tenía un problema, un problema que se llenaba por tantas dudas, y que en su vida se altera sus sentidos, y más su sentido de la audición, pues, él tenía un grave, pero, un grave error, el que le hacía más intolerable la vida y su pura existencia. Cuando en vez de sentir la mala osadía, se debió de alterar la razĺon y la mala vibración de tener ese problema que el acaece la razón y más la vida misma. Cuando ese problema llenaba la vida de sin razones, sin contemplaciones y sin más que la terrible razón, se llenaba de iras insolventes en la vida misma. Cuando en el cumplimineto de sus deberes en la vida misma, se interpretó como un terrible y vil problema, el que le hacía más ineficaz la vida y más en pobre su existencia. Cuando él, Juan, se llenaba la vida de iras, y de paz, aunque sea contradictorio porque en el trance de lo imperfecto se daba una transición de un corto trayecto en escuchar con su sentido un sólo eco en el silencio. Y ese problema le debate la vida en saber que el silencio era paz, y era un ruido imperceptible, el cual, le llena la vida de desconciertos y de sapiencia innata, la cual, era tan original el eco en el silencio, que le daba neurastenia psicológica en escuchar y venerar ese eco en el silencio dando énfasis a un imperfecto momento. Cuando en el trance de la vida, se debió de aferrar a la mala situación en que el deseo se convierte en una sola razón en locura. Cuando en el infierno vivía Juan, pues, en su trayecto de la supervivencia y de su cuerpo inerte, frío y herido por tantos problemas, se entristeció de tal forma y de tal manera, cuando en el trance de la perfección, se dedicó en ser más fuerte, pero, el eco en el silencio le entristeció terriblemente la vida en hacer un fiasco vivido, y un funesto indeleble como unas huellas en el suelo, por donde pisan sus pies, dejando una huella total en el suelo, como marca efímero, pero, tan recta como la misma vida. Cuando en el instante se denegó a escuchar el eco en el silencio dando un fuerte dolor en su alma y tan fría, como álgido es el suelo con lluvia. Cuando en el universo se dió como principio de un sólo combate en el embate de poder vivir sin marcha atrás. Y Juan desnudó el tiempo en horas inexistentes cuando en el comercio de la transición se debía de creer en el imperio universal y de sentir el eco en el silencio en sus oídos como en el preámbulo en ser descortés con ese eco que le atormenta en sus oídos, cuando el eco del silencio, se debía de creer en el interés de escuchar ese eco y ese murmullo a secas en la cruel distancia. Cuando en su mundo y en su momento de escuchar el eco en sus oídos, cuando en el tiempo perdido se dedicó en ser como la fuente dando chorros sin saber a donde terminar si en una zanja o en un surco. Y Juan lo creía así. Cuando en el altercado de la creencia se dedicó en ser sin ciencia cierta lo que ocurre en el trance de lo imperfecto, dando temor a lo incierto por pasaje de lo vivido. Cuando en la hacienda “La Virtud”, Juan acechó con saber con interrogantes y acertijos, lo que le ocurría, pues, en el trance de lo perfecto, se dió la grandeza por saber qué le pasaba a a Juan. Cuando en el embate de lo imperfecto se debía creer en lo majestuoso en poder vivir mejor y sin el eco de esas voces que le aturden en su interior hasta hacer de poco todo. Y él se pregunta ¿quién es?, ¿cómo son?, ¿de dónde vienes?, ¿y cómo me encontraste?, ¿qué quieren?, ese eco en el silencio en su oír, en su escuchar y en su cadencia de caminar que le persiguen hasta hacerlo morir. Y Juan no se percata, todavía de nada y de nada. Sólo en el trance de lo imperfecto se dedicó en forma cruel el ir y venir, desatando una forma cruel en escuchar esa voces muertas que lo aturden y que en lo absurdo de todo no se marchaban jamás, cuando en lo imposible de la imposibilidad, se dió de todo como el trance de lo inusual. Y Juan, sólo Juan, se dedicó en ser como la herida cruel, como la verdad de todo, y como la vivencia de todo. Cuando en el desenlace de lo acometido se dió y se enfrió lo correcto como lo incorrecto en su corta, pero, larga vida. Juan se dió de cuenta de que esas voces provenían desde su interior, y como consecuencia de lo inusual él debió de creer en lo importante que pretendían ser. Cuando en el invierno que caía en el equinoccio que pasaba y que se hallaba en la estación presente en la vida de Juan, se entristeció de tal forma como el mismo frío que sentía en su propia piel. Cuando en el embate se dió lo que más en el mal instante de poder vivir con esas voces que le atormentan seguido. Y sí, era el eco en el silencio, el que era como el mismo murmullo de voces muertas y en su oír callando lo que nunca: a esas voces. 

Y Juan perdido, aturdido y absorto y con una herida muy profunda en su interior calló con mucho ahínco y con mucho ímpetu de pertenecer a una sola voz y era la de su alma. Cuando logró derribar el acometido en bruces caídas y hondonadas de olas pasajeras en ese mar perdido, en el cual, él, Juan navega para poder sobrevivir en el sentido adverso que él Juan sentía, en el suburbio de lo imposible de nadar en contra de la corriente y de la marea. Y siendo un sólo desastre autónomo se dedicó en ser un buen hombre y ser el mejor de los hacendados y más de la hacienda “La Virtud”, cuando su momento se dedicó en ser como el aire, viajando a todos lados, y olfateando todo, para saber si era en verdad la verdad. Cuando en el combate de creer en el alma a ciegas dejó de ver la luz en su propio instinto, cuando en el suburbio de lo real era una luz clandestina, como la misma del sol, pero, aunque la del sol es mayor, él sólo sentía que su alma brillaba como el mismo sol. Y Juan maltrecho, desolado, inquietante e inerte, como siendo inmóvil en el tiempo. Cuando en el altercado de todo, Juan se dedicó a ser como el mismo pasaje de la vida misma. Si en el imperfecto momento en caer y acaecer en su propio interior se petrificó en ese eco del silencio. Cuando se hechizó la forma de atraer el combate inerte y frío dentro del momento en querer caer dentro de su propio interior como esa estación en que se hallaba Juan en la hacienda “La Virtud”. Cuando dentro de lo imposible y del desdoro de su propio trayecto como lo recto de un pasaje vivido. Cuando en el trance de la conciencia se formó la decadencia autónoma en creer en el mal tiempo que pasaba Juan con el eco en el silencio. Cuando en el desenlace terrible y tan vil, se electrizó la forma de creer en el mayor final decaído por una sola cruel voz con el eco del silencio. 

Mientras que Juan, hace, elabora y confecciona la vendimia de vinos trascendentales si se edificó la misma fuerza con el vaivén de todo si se confecciona el buen vino. Cuando en el comercio extranjero se edifica la misma fuerza en salvaguardar la esencia y la mala vibración de caer en el mismo precipicio cuando el frío altera su forma de ver y más de sentir el suave desenlace en que se veía cruda la realidad. Cuando en el hilo de la verdad se confeccionó el buen vino añejado como el mismo tiempo pasado. Si se amó lo que quedó en el alma, cuando en el trance de la verdad se sintió un tiempo nefasto como el mismo tiempo en el pasado de Juan. Cuando en el aire sólo soslayó el ocaso frío en aquel equinoccio invernal, cuando en el tiempo se da como el aire vivo y por un sólo deseo. Desfigurando el cruel pasado en una cercana conmiseración y en una redención de ese eco en el silencio que le llegó a automatizar la mala espera. Cuando en el instinto y en el capricho exótico de la verdad Juan se llenó de iras y de cruel insolvente de mucha severidad de un solo infortunio entre su vida y su creencia cuando el eco en el silencio sólo le expresó maldad. Y él, Juan sin saber qué hacer y no logra derribar ese eco desde su interior hacia el exterior para saber de todo acerca  de ese eco en el silencio, que, ¿quién es?, ¿cómo son?, ¿de dónde vienes?, ¿y cómo me encontraste?, y ¿qué quieren?, algunas preguntas e interrogantes que él se hace para saber y averiguar la historia de ese eco detrás de sus orejas. Cuando, de repente, se fundió una caricia en palabras bonitas de ese eco transparente, pero, tan dañino como una bomba nuclear del oriente. Cuando en el olvido y en el mal recuerdo se desvive en hacer pensar que, ¿quién es?, ¿cómo son?, ¿de dónde vienes?, ¿y cómo me encontraste?, ¿qué quieren?, y sólo interrogantes y acertijos como por ejemplo, “¿de qué color eres?, si eres blanco por fuera y amarillo por dentro, o sea, se refiere al huevo, pero, aquí al color de su piel, si es clara o yema. Cuando, de repente, se vió frío y solo y tan desolado como aquel mismo eco en el silencio frío. Cuando en el trance de lo imperfecto se da como órbita lunar atrapando un sólo frío, insolvente como la mayor de las veces, cuando se derrite el ocaso en un frío sentido. Cuando en el trance de lo imposible fue la imposibilidad de creer en la manera de sentir ese eco en su oír. Y escuchando ese eco se vuelve casi loco. Y con la locura casi inerte e inmóvil, en su oír debió de creer en el combate de percibir el trance de creer en el eco perdido y del murmullo en la calle cuando confecciona su mejor cosecha el vino elaborado con amargas entrañas de la hacienda “La Virtud”. 

Cuando Juan decide embarcar en un sueño tan hondo como la misma pesadilla, en que vivía en un sólo trance y tan perfecto como aquel mar perdido de sus eternos sueños. Cuando tomó sus maletas y se fue por el mismo trance imperfecto de la vida sin sueños realizados. Cuando en el suburbio automatizado de la espera y tan inesperada, se vió aterrado y aferrado a la verdad sin mentiras, pero, qué era todo aquello, ¿un sueño o una pesadilla?, era una realidad o una  mentira en que sólo subleva una sola razón y tan perdida como el mismo aquel tiempo en que él, Juan soñaba. Cuando el instinto autónomo de la pureza e impoluta verdad, se acaeció la espera de esperar por descubrir la pura verdad de que ese eco en el silencio era algo o alguien. Si sólo el tiempo petrificó la maldad de la espera y tan inesperada, como poder arribar al sueño o una cruel y vil pesadilla, en la cual, se esperó como una eterna embarcación en navegar hacia el puro destino y hacia el frío camino en donde el eco del silencio nacía y sobrevivía. Si en el fin se electrizó su forma de soñar, y de embarcar hacia nuevos valimientos cuando su destino acaeció en el temor de ser como la misma primavera con rosas clandestinas de olores perfumados, aunque estuviera marcado el equinoccio o estación en un frío y gélido invierno. Cuando su cosecha derrumbó y destruyó la forma de creer en el embate en sobrevivir en el instante de creer en ese sueño petrificado de ver el cielo en tempestad y sin poder acechar hacia la linda libertad sin ese eco en el silencio. Cuando en el capricho autónomo de la verdad embarcó en un navío de un eterno sueño, soñando en una cruel pesadilla y tan vil como la verdad impoluta en que Juan vivía. Cuando pasó el tiempo, sólo quedó como un ocaso frío, y tan derretido como el mismo hielo entre sus manos. Cuando en el detrimento sólido por ese eco en el silencio cuando era daño, herida, y soledad, y en una desolada mala situación en que el destino se vió como el trance de un deterioro y por un antónimo del amor, que es el dolor. Cuando en el combate de todo y de la nada, se quedó como el ave sin poder volar, sólo se dedicó en ser como el aire volando lejos, y creciendo como la espuma, sólo se dedicó en ser como ella. Cuando en el cielo sólo se vió como las nubes de gris tormenta. Si en el tiempo, se dedicó en ser como el delirante fuerte latente de un sólo latir, cuando el eco en el silencio se forzó ante sus sentidos y más ante su destino claro, pero, tan oscuro como la misma noche clandestina, soslayando al mismo tiempo. Y con la vivencia en memoria yace Juan yendo hacia lo lejos de un sólo tiempo, cuando en el trance de lo perfecto. Se da como el principio de un todo y tan mágico, como el mismo dolor, en que se siente en la calma de Juan, pero, sin la paz de antes sino con el eco en el silencio del murmullo en voz de esa persona. Cuando en ese sueño sólo no era una pesadilla cruel, sino un dulce sueño, un dulce encanto de sueño, soñando con lo que más que quería en descubrir la incógnita y el dilema en un superflúo automático en dear saber que su presencia estaba perdido en un sólo sueño automatizando la espera y tan inesperada. Si en el trance de lo imperfecto se dió lo más débil de todo dentro del sueño cuando Juan se perfiló muy inseguro, y muy herido, si es como el dolor en ser débil ante la vida y ante la suerte de la existencia de vivir. Si en el trance de lo imperfecto se da como el ir y venir lejos de ese sueño convirtiendo el sueño en una cruel pesadilla. Cuando en el instante se dió como la órbita lunar dentro del comienzo o de un triste final en que se da la pesadilla como un total sueño en el interior de Juan. Si en ese sueño se perfiló el desastre en querer amarrar el desastre de querer amar lo que en el combate se perfiló el gran instante en que se guardó lo vivido de lo imperfecto de ver el cielo como gris tempestad, como el tormento de ver el cielo dentro de su propia alma. Y con la luz dentro, sí, dentro, muy dentro de su cabeza se halló en eco en el silencio, cuando se colmó la desavenencia en mentes crueles de desenlace fatal. Y Juan, indaga que, ¿quién es?, ¿cómo son?, ¿de dónde vienes?, ¿y cómo me encontraste?, y ¿qué quieren?, y el eco en el silencio sólo se llenó de claridad y de impotencias claras de salvedades inconclusas, en no saber que no tenía respuestas firmes ni mucho menos contestación al acertijo sin dar señales de respuestas inconclusas. Cuando en el trance de lo perfecto se debió de creer en el fin de todo y del eco en el silencio autónomo de la verdad. Cuando en el trance de la perfección se debió de creer en el momento más adecuado de creer en el mal instante de saber que el destino era como el pasaje de lo imperfecto hacia un momento mejor. Cuando en el instante se debió de saber que el comercio de ese buen vino entre sus cosechas en la hacienda “La Virtud”, se debió de creer en la eterna salvación. Si en el desenlace final se debió de creer en el combate de creer en el desierto maǵico de saber que el sueño es clandestino y tan eficaz como el mismo eco en el mismo silencio. Y Juan perfecto y tan clandestino como el mismo sol, se debió de haber entregado en el mismo camino o como el mismo sol, cuando en el trance de lo imperfecto se debió de atemorizar el espanto nocturno, cuando en el imperio de todo, se fue con los ojos llenos de un total sueño. Si en la manera de creer en el hálito desnudo y tan real como el mismo sol, si era él, Juan. Si en el trance de lo irreal se debió de atemorizar un espanto nocturno, cuando se dió lo imperfecto de los momentos. Si en el trance de lo irreal se llenó de un sólo tiempo, cuando en el ocaso frío se le llenó los ojos, cuando en el destino frío y en el camino se ofreció un mal desenlace y por un final fatal. Si en el delirio delirante y tan frío como el mismo equinoccio, es el trance de lo imperfecto se dió lo acontecido de creer en ese sueño predilecto de saber de ese eco en el silencio. Cuando Juan sólo debió de creer en ese silencio autónomo de saber que el eco era el murmullo trascendental de un sólo silencio que le dió en el alma y más entre su oír. Y escuchar el final fatal, debió de creer en el trance efímero en saber que el desastre debía en ser como el final de todo eco siendo como un eco mismo. Cuando el eco en el silencio se creyó en el alma como un mal desenfreno, es como lograr llegar al desierto trascendental, transparente y un numen en el imaginativo final. Si Juan era como el mismo suburbio autónomo como cuando en el delirio se enfrió el final en la cabeza y más en su oír en el trascendente oír en la cabeza de Juan. Cuando se dió el frío efímero, cuando en el final fatal se identifica el comienzo como un triste final. Y el eco en el silencio, aún dando quehacer y dando virtud a su oír. Cuando en el trance de lo perfecto fue un sólo defecto y en el alma un sólo frío desde su interior, es como yacer en el soslayo efímero y trascendental de un ocaso frío, cuando en el alma no se detiene en frío ni en calor. Cuando en lo trascendental de un todo, cuando en el alma se dió como lo más frío de una nada, cuando en el eco en el silencio se electrizó la forma más vil de creer en ese eco en el silencio, el cual, le atormentaba por mucho. Cuando su forma de ver el cielo como tormenta fue como el mismo final desenlace fatal, cuando en el alma no transige más de una cruel voluntad en escuchar ese eco en el silencio. Cuando en el albergue autónomo de la verdad cayó en el desierto frío en el final intransigente cuando en la alborada quedó como el mismo tiempo sin ocasos siendo el tiempo inerte, flojo, e inmóvil por escuchar el eco en el silencio. Cuando en ese sueño efímero, pero, trascendental debió en ser como la misma pesadilla en que culmina un fatal final. Cuando en el delirio delirante de creer en el instante de saber que en el desastre de sentir el sentido en viceversa se dió el frío efímero, por primera vez en uno de los sentidos el de oír escuchar el eco en el silencio. Y en saber que el silencio se debate en una sola espera inesperada, y tan desolada en saber que el destino era el camino con el eco en el silencio. Si Juan era el pilar de ese cruel sentido cuando escuchar en el sueño el eco en el silencio se debía a que era un sueño y, tal vez, una vil pesadilla. Cuando Juan se debate en una sola espera de creer en que el eco en el silencio no se disipa. Cuando Juan sólo soñó lo que nunca con una vil hazaña de oír lo que nunca en su oír cuando en fraguar la imaginación sólo se cruzó en su camino con el eco en el silencio en su vil destino. Si Juan sólo confecciona el vino bueno y añejado en la hacienda “La VIrtud”, para importar y exportar hacia el mismo extranjero, cuando sólo escucha al eco en el silencio, cuando su esencia y su presencia, sólo debió de creer en el combate en decidir que no anhela más el eco en el silencio.                                  

   

Continuará…………………………………………………………………………..