Querida muerte:
Voy caminando hacia ti
a veces más rápido,
otras más lento.
Mi encuentro
es siempre contigo,
a veces abrupto
otras en silencio.
Voy a mano,
voy a pie,
pero siempre gano,
si no revelo
el misterio de tu tez.
Pero a ti no te importa,
al amanecer o en el ocaso
en el mar o en el espacio,
todos, sin excepción,
descansamos eternamente,
en el ciego colapso de tu abrazo.
La que es la última llamada
la noche desesperada
la que me arranca sueños
la que marca mis lamentos.
Un susurro que se escurre,
una piedra que se pudre,
en el crepúsculo añejo
del saber incierto del mañana.