De echo, siempre ha de caminar por el filo de la cornisa de la vida, varias veces imaginando un destino, que haci lo percibía y en eso se quedaba, intentando encontrar la última pieza de su rompecabezas.
Por las noches, casi solo en el silencio, deliraba, crecía su respiración, y en un solo lamento, buceaba en historias que escuchaba y en su mente recreaba.
Tentó a la vida, la enamoró, acarició su filo mas desacorde y se entregó por completo a volar, entre valles de su tierra y ríos de su alma, queriendo por fin ser quien debía ser.