Entra en mi jaula y simplemente abre mi pecho, deja que vuelen las mariposas,
su aleteo interminable cuando te acercas ya es un dolor que me desangra.
No olvides tomar mis ojos enceguecidos por el verde brillo de tu alma,
no hay alegría que ver cuando marchas.
Para que quiero manos si el roce furtivo muere de sed en cada intento de hacerte mía,
tómalas también y arrójalas lejos de este deseo.
Ve cortando, rasgando, tirando todo lo innecesario, mi yo.
Luego deja que muera en un rincón de tu mente y que las sobras de mi existencia sean el alimento de tu olvido feroz, libérame.