Se hundió la noche en el sepulcro
de aquellos silencios que se fueron
al centro de la esfera sagrada,
llevando la risa con el viento hasta la quimera.
En su final la profundidad se siente,
la voz de las raíces y el soplo de la luna
parten hasta la densa constelación del universo,
el alma resuena siempre con un agravio de amor.
Más, algo me ha empujado desesperadamente
a sentirte a ti en la madrugada de la brisa,
por eso me arrojo a la sombra,
vuelvo entonces a llorar desnudo,
Acudo tristemente a los muros de abeto,
al duro roble, al pino levantado,
a los errantes pasos, al alma solitaria
a esos versos que van dejando los pétalos esparcidos.