Sola, con mis sentimientos,
adormecida,
lloré mi nostalgia,
el dolor ardía en mi pecho
mientras me abrazaban
tus maderas crujientes.
Desperté de pronto con murmullos y aleteos,
mis lágrimas rodaron por tu sostén de hierro,
se convirtieron en flor,
volaron la mariposas,
y apareció la primavera.
Por María Elena Disandro