Poesía secreta maltrecha, discreta,
que me sigue por el aire,
por la tierra, por la puerta,
por los caminos del viento,
por las ráfagas de arena,
por campos llenos de paja
que se convierte en abrigo
cuando una nube que pasa
se retuerce y de castigo
derrama pilas de agua
aunque yo no tenga abrigo.
Poesía llorona
que no encuentra cosa buena,
que me despista sin tino,
que se estremece con pena,
que hiere con la pasión
de una cruz que es mi condena
cuando buscando tus brazos
me derrito sin paciencia
suspirando en la milonga
sin que me atreva altanera
a dejar de coquetear
por si que me querés de veras.
Poesía amorosa,
primorosa y juguetona
que me mira de reojo
y se esconde sin vergüenza
en tus piropos de novio
que me recuerdan aquella
primera vez con tus besos
y caricias anhelantes
cuando el tren se detenía
para cruzar la frontera
entre tu patria italiana
y la Francia de postguerra.