Cobra,
te ocultas en la mata,
al acecho de tu presa.
En el suelo, tu cabeza;
el serpenteo no delata
la malicia en tu destreza.
Cobra,
hija y madre traicionera.
Tus escamas de colores
se camuflan entre flores
y, enredada como hiedra,
te silencias en la tierra.
Cobra,
sagaz, paciente y letal.
Las espinas en tu boca
lenta muerte provocan
en un lóbrego herbazal
de veneno sin piedad.
—Felicio Flores.