Cuando la tarde abraza las paredes
y las baldosas de las casas,
mientras
entre nosotros el tiempo camina
seguimos vivos, juntos todavía.
Pero aquí, al otro lado de la noche,
se encienden los pasillos de las tiendas.
Son diferentes las llaves, las puertas
en el jardín del tiempo.
Estas horas
que casi siempre aplasta la memoria
ya forman parte de ti,
solitarias.
Son como heridas en el corazón
o como un sueño en noche de resaca.
Y cuántos bares falta por ver,
gente
en el espejo de aquella nostalgia
de antiguas casas, de ciudad humilde.
Silencios por las luces y la música
manchados,
donde solo un beso escapa
al importuno del viento reciente.
Hoy las persianas en la madrugada
no aceptan la huella blanca de tu cuerpo.