Sigiloso el brioso rayo
cruzó en rojo la tarde,
palomita en desmayo
halcón peregrino cobarde.
Impetuoso el viento
con fuerzas norteñas
en su húmedo aliento
barre turbias las leñas.
La recia lluvia arengó
las tropas de truenos,
el gran tajamar se anegó
desde sus límites plenos.
Ciruelas y duraznos
recién pintones al suelo,
comidas para los asnos
pérdidas de gran desvelo.
La ciudad protestante
siempre alienada y ajena
del tenaz y pobre laburante,
ignora la crueldad de su pena.