Con miedo y poca fe, inclinas tu rostro a sus pies, enfocando toda imperfección, en algo que genere valor. La humillación es tan semejante, que pretende estar desnuda, con la intención de sufrir asta morir, sin un poco de ternura. El perdón conquista los deseos, perforando el alma sin escudero. Tengo la ambición de ser el blanco, por siempre acompañar al pecado. No falles!!!!, te he pedido, que solo el fin merezco por ingrato y malagradecido. Que el rey del mal escoja mi destino, que inquiete mi hambre, y seque mi sangre. Que mis lágrimas sean mi agua potable, porque asta la sed la prefiero imperdonable. Escucho las voces que me humillan de más, logrando que entienda que a tu reino no podre escalar. Es mejor que me odies, y te olvides de amarme, enfoca tu ira en este cuerpo miserable. La tierra me brinda lo que quiero, aquello que insiste de ser ajeno, lo que se encuentre con deudas de tu perdón, lo que mi atención exclama con adoración. No existirá tumba tan profunda, que me impida ser repugnante, porque asta el mal olor de mi cuerpo, representa el daño irreparable. Al subir mi rostro con toda culpa, me iluminas nuevamente con tu eterno amor de ternura, mis ráfagas de dolor desaparecidas, y mi aliento a la vida brillan mi alegría. Padre que estas en el cielo, as santificado mi nombre de nuevo, tú que siempre me brindas tu reino, perdonando mis pecados aquí en la tierra como en el cielo.