Esta tarde se cae, las horas pasan rápido
centellantes,
como si nunca hubieran querido
plasmarse
en ninguna pupila.
El segundero es un fugitivo más
que alienta el desfile desde esta mañana,
que se hizo húmeda
y salobre, previo a algún nunca más.
Todos los instantes llegan con su tiempo muerto,
desgajados desde el cimiento,
y se dispersan como heroicas islas
con sus recuerdos, con sus impávidos luceros
que van con los cirios de un adiós;
Procesión de ojeras
donde la tarde se echa encima
y van como hormigas
adentrándose por el costado
de unos huesos vándalos que no piensan en volver.
Estar siempre pensativo bajo el horizonte,
como roca vieja
que al llegar el crepúsculo,
cautiva al tiempo y le pone rejas.
¡Ah roca o pedernal!
El silencio es la orfandad
que el amor plasmó en ti.
¡Oh amor prohibido!
Flor sin bondad,
dolor inmenso que has dejado en mí.