Los avaros días pagan a regañadientes
las ocho monedas del cansancio y la aflicción,
quedándole para las noches,
las ruinas en los bolsillos de la impudicia y del anhelo,
no pagar un céntimo de impuesto al dios dinero,
y a la parapléjica alegría.
Los días atosigados por el trabajo mal remunerado,
gangrena de los anhelos,
cuencas vacías de fortuna y zapatos roídos.
Anclas del infortunio que ni un tentempié,
un trago doble de tequila pudiera ser una excavadora que,
al rastrillar, sacara el desasosiego.
Los días se infestan de la gran mosca de la podredumbre...
Calles trajinadas de oficinistas, vendedores y transeúntes.
Autómatas del engranaje del tiempo,
van en busca del trébol como esperanza,
como sosiego
como fe.
Los días son un tornillo con cara de obstáculo,
aroma a naftalina, ropas sudorosas,
piel quemada por el sol y aliento mortecino.
Los días quisieran tener auriculares
para ausentarse de la polución
y la dulce muerte en las horas pico.
Quisiera tener el encaje de la noche
en donde el silencio reina y gobierna, a pierna suelta.
Los días, viciados días, atolondrados días...,
se ven en los espejos de los edificios de la corrupción,
el populismo y el despotismo que se dan a sus anchas.
Sentido ufano tan campal que,
no se darán cuenta de la corneada de Aries
llevándoselos a la Parca.
D.Valencia
@dvalenciato